Jesús en nuestra vida cotidiana

La fe cristiana no es solo un conjunto de creencias para los domingos, sino una realidad que transforma cada aspecto de nuestra vida, incluyendo nuestro trabajo. En Juan 21:1-14 encontramos una historia que ilustra cómo la resurrección de Cristo impacta nuestra vida cotidiana, especialmente en el ámbito laboral. A través de este relato, podemos reflexionar sobre la presencia de Jesús en nuestras tareas diarias, las motivaciones que guían nuestro trabajo y el llamado que Él tiene para cada uno de nosotros.

Este pasaje es un testimonio poderoso de la resurrección de Cristo y su impacto en la vida de los discípulos. Juan nos ofrece detalles específicos, nombres y eventos que nos invitan a considerar la veracidad de la narración. Esto es lo que distingue a los evangelios de cualquier otro relato. A diferencia de los escritos legendarios de la época, los evangelios están profundamente arraigados en la historia y enfatizan que los sucesos relatados realmente ocurrieron. Pablo mismo destaca en 1 Corintios 15:14 que si Cristo no resucitó, nuestra fe no tiene sentido.

Desde el comienzo del capítulo 21 de Juan, vemos a Pedro y a los discípulos regresando a lo que conocían: la pesca. ¿Qué significaba esto para ellos? ¿Era un intento de volver a la normalidad después de los acontecimientos extraordinarios que habían vivido con Jesús? Algunos comentaristas han debatido si Pedro estaba abandonando su llamado, pero lo cierto es que estaba haciendo lo que siempre había sabido hacer. La pregunta clave es: ¿Cómo impacta la resurrección de Cristo nuestra vida cotidiana?

Jesús está presente en nuestras tareas diarias

«Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos, junto al lago de Tiberias; y lo hizo de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, conocido como el Dídimo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: ‘Voy a pescar’. Ellos le dijeron: ‘También nosotros vamos contigo’. Fueron y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya estaba amaneciendo, Jesús se presentó en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús. Y él les dijo: ‘Hijitos, ¿tienen algo de comer?’. Le respondieron: ‘No’. Él les dijo: ‘Echen la red a la derecha de la barca, y hallarán’. Ellos echaron la red, y eran tantos los pescados que ya no la podían sacar»
Juan 21:1-6


Este relato resalta una verdad fundamental: Jesús está presente en nuestra vida cotidiana. Los discípulos habían trabajado toda la noche sin éxito, pero cuando Jesús aparece, todo cambia. Su presencia valida la realidad del mundo material y demuestra que Él es el Señor de nuestras tareas diarias. Su cuerpo resucitado, que les pregunta si tienen algo de comer, muestra que el mundo por venir ya está irrumpiendo en nuestra realidad. Cuando Jesús les dice dónde echar la red, los discípulos obedecen, y la pesca milagrosa ocurre. Esto nos recuerda que nuestra labor, sin su dirección, puede ser infructuosa, pero cuando seguimos su guía, nuestras acciones tienen fruto. La resurrección de Cristo no nos llama a abandonar nuestro trabajo, sino a verlo con nuevos ojos, reconociendo su presencia en cada jornada.

Las motivaciones que guían nuestro trabajo

Este milagro de la pesca en Juan 21 nos remite a un episodio anterior en Lucas 5:1-11, cuando Jesús llamó a Pedro por primera vez.

«Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: ‘Lleva la barca hacia la parte honda del lago y echen allí sus redes para pescar’. Simón le dijo: ‘Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada; pero ya que tú me lo pides, echaré la red’. Así lo hicieron, y fue tal la cantidad de peces que atraparon, que la red se rompía»
Lucas 5:4-6


En ese primer encuentro, Pedro se siente indigno y exclama: «¡Apártate de mí, porque soy un pecador!» (Lucas 5:8). Sin embargo, en Juan 21, la reacción de Pedro es diferente: cuando se da cuenta de que es Jesús, no huye, sino que se lanza al agua para correr hacia Él.

«Entonces el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: ‘¡Es el Señor!’. Y cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso la ropa (porque se había despojado de ella) y se echó al mar»
(Juan 21:7).


Este cambio en Pedro nos invita a reflexionar sobre nuestras propias motivaciones. ¿Nos impulsa el temor, la culpa o la autosuficiencia? ¿O vivimos desde la gracia y el deseo de acercarnos a Cristo? Pedro había experimentado la traición y el arrepentimiento, pero la resurrección de Jesús lo transformó, y su deseo ya no era huir, sino correr hacia su Señor.

El llamado de Jesús en nuestra vida

Cuando los discípulos llegan a la orilla, encuentran a Jesús esperándolos con un desayuno preparado. Esta escena es significativa porque nos muestra que Jesús no solo se preocupa por nuestra vida espiritual, sino también por nuestras necesidades diarias.

«Jesús les dijo: ‘Vengan a comer’. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Tú quién eres?’, pues sabían que era el Señor»
Juan 21:12


Jesús no solo les provee comida, sino que también les da un nuevo propósito. Más adelante, en Juan 21:15-17, tiene una conversación con Pedro en la que le pregunta tres veces: «¿Me amas?». Este diálogo es crucial porque Jesús está restaurando a Pedro después de su negación y reafirmando su llamado: «Apacienta mis ovejas».

Este pasaje nos invita a preguntarnos: ¿Cómo impacta la resurrección nuestra vocación? Para los discípulos, el llamado ya no era solo pescar peces, sino ser pescadores de hombres. Jesús les mostró que su trabajo tenía un propósito más grande dentro del reino de Dios.


En conclusión, la historia de Juan 21 nos invita a integrar nuestra fe con nuestra vida cotidiana. La resurrección de Cristo no es solo un evento histórico, sino una realidad transformadora. Jesús está presente en cada aspecto de nuestra existencia, desde nuestra relación con Él hasta nuestras responsabilidades diarias.

Así como Él guió a los discípulos en su pesca, también nos guía en nuestros esfuerzos y nos llama a confiar en su provisión. Que en cada jornada laboral podamos reconocer su voz y seguir su dirección, sabiendo que su presencia santifica lo cotidiano y nos invita a una relación más profunda con Él.

Mi oración es que cada día, cuando «vayamos a pescar», tengamos un encuentro personal con Jesús resucitado. Que no digamos: «Apártate de mí, Señor», sino que corramos hacia Él y digamos: «Jesús, te necesitamos».


Este artículo es una adaptación del devocional del día 23 del libro «Devocionales sobre Fe y Trabajo» de Marcelo Robles.

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